2.11.06

Los Tres Dioses, Capítulo II

"La primera, mujer voluptuosa, vestida con ropas de ciervo. Sus ojos, color de fuego, iluminaban el camino hacia el espíritu de Muu. Su cabello simulaba al mar crispado, y sobre ella se posaba la hermosa luna llena que anuncia el cambio de realidad."

Quedé embelesado ante su aparición, toda su figura irradiaba belleza. Nunca antes en mis viajes había yo presenciado a la que a primera vista percibí como a una enviada de Afrodita. Todo su cuerpo asemejaba a la divinidad misma, un cuerpo voluptuoso pero al mismo tiempo armónico. Se me hace por esto imposible precisar su figura, nada de ella resaltaba con el suficiente vigor, todo su cuerpo estaba integrado en una misma esencia del más sublime éxtasis sexual. Tan pronto como notó mi atontamiento, comenzó a hablar:

-Si quieres saber mi nombre, tendrás que conseguirlo primero-.
Su voz, tan pura, penetró por mis oídos hasta llegar a lo más hondo de mi espíritu y resulte hechizado con tal pasión, con tal potencia que no pude reaccionar. Solo estaba paralizado, cada uno de mis músculos luchaba por ser aquel que me acercara a ella. Mi espíritu le cedió el mando a mi instinto, ya que ni con toda la sabiduría, ni con toda la voluntad podría yo, simple humano, haber resistido a sus encantos, a sus modos, dignos del mismísimo Cielo.

Pero antes de que yo me recuperara de la parálisis, agregó:
-Y si quieres más que eso, tendrás que esforzarte-.
Resultaría contraproducente que tratara de explicar la energía que fluyó por mi cuerpo, la explosión sensorial que aconteció tras estas palabras. Por lo tanto sólo dejaré dicho en esta crónica que despues de tal precipitación de energía, todo lo demás me resultó mundano.

No podía yo más que mirarla atontadamente, y en cuanto traté de articular palabra, recogió del suelo dos lanzas, una de las cuales me arrrojó de costado, con la intención de que la tomara. No comprendo como ha sido posible que yo, tan cautivado por su figura, hubiera podido recurrir aún a los reflejos simples, como los de autoconservación, pero tomé la lanza en el aire, antes de que me impactara. Todo mi cuerpo quería empalarla con la lanza, para luego lentamente beber de su sangre, saborear cada uno de sus rincones, escuchar cada uno de sus estertores, y por sobre todas las cosas, precisar esa última mirada, la más hermosa de las visiones que puede uno tener de otro ser vivo.

Mi voluntad arremetió contra mis instintos para dominarlos y lograr que no mancillara tal figura. Y Lentamente logré dejar la lanza en el suelo. ¿Cómo podría yo, intentar destruir algo tan hermoso? ¿Cómo podía arremeter contra la imagen más sublime que haya visto en toda mi vida?

Ante mi gesto, ella también dejó la lanza en el suelo. Y comenzó a hablar:
-No podrás saber de mí si no me destruyes. Pero como ya has declinado ante el duelo, debo decirte que has destruido mi encanto. Te diré mi nombre entonces, pero deberás prometer guardarlo y no mencionarlo a nadie. Lo que sí podrás decir es que soy la energía vital, soy todo lo que hay de creación en el universo. Mi voluntad solo crea, no conoce. Por eso mismo he dicho que tienes que destruirme, si quieres conocerme.-

Y guardo en lo más hondo de mi mente el verdadero nombre de aquella a la que los mortales llamamos Gaia.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

en casa hablamos ¬_¬ :P

Anónimo dijo...

hey matu como andas?
hace mucho que no te veo conectado! te habras cambiado de msn? jaja ni idea

bueno a ver como andaras por allá, da señales!
Saludos desde Mendoza!

Sole