2.8.07

Y el anciano, se levantó de su cama, y miró donde yacían sus restos mortales. Una dama a su lado le sonreía, vestida con ropas de luto, pero sin embargo muy simples. Le generaba mucha simpatía ver a alguien feliz.
Desde que sus hijos lo desterraron de la casa donde él los había criado, vivía en ese sucio geriátrico. Lo único que alegraba su vida era el trago y algún que otro cigarrillo.Recordaba cuántas veces había prometido dejar de fumar. Y dejar de tomar. Pero él siempre lo hizo para quedar bien, sabía que lo iba a seguir haciendo.
Se sintió tranquilo, ya no estaba con él su ciática, su neuralgia constante, y esa angustia que habitaba permanentemente en su garganta.
Tras algún tiempo, él comenzó a hablar: "Yo siempre dije que a mí la muerte me iba a llevar a la rastra, que no me iba a dejar vencer, pero por lo visto no es tan malo estar del otro lado"
"Algunos creen que yo soy la paz, pero en tu cultura soy mal vista"
"La Segadora de Almas..."
"Hace mucho que no escucho mis viejos nombres. Le agradezco por recordármelo, pero hace tiempo que no porto la guadaña, siendo ya un cliché. ¿está usted listo?"
"Creo que sí, el geriátrico, las pastillas y la soledad no son algo que vaya a extrañar. ¿Podría decirme por qué he muerto?"
"Hace tiempo que no funcionaba bien su cuerpo. Digamos que su whisky ayudó un poco a que me apurara"
"Pero es lo único por lo que no te fuí a encontrar antes... Es decir, no hubiera resistido"
"Según mi lista, su momento es ahora. Antes pudo haber tratado cuantas veces hubiera querido, pero no hubiera pasado nada. Ahora, por favor, ¿podemos seguir?"
"Antes de ir, debo pedirte un último favor... Hace años que no abrazo a nadie"
Se abrazaron, y él por primera vez en mucho tiempo, se sintió feliz.
Luego ella lo tomó del brazo, y lo acompañó.

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