13.9.07

Objetos y sensaciones

Escribo, y sólo al final, le pongo título. Esta vez, va a ser algo un poco más personal, para que todos aquellos engendros de la oscuridad sepan a qué me dedico, dónde, y con un poco de anticipación pueden hacer y hasta realizar sus macabros planes sobre mi humilde persona.

Comencemos por algunos objetos. Digamos que los objetos suelen ir primero, y lo inmaterial va después. Hace un tiempo, compré un injerto entre libreta y carpeta. Digo que es un injerto por su tamaño. Las hojas se encuentran débilmente unidas en la parte superior, desprendiéndose incómodamente como si se trataran de pétalos de cerezo, cuando uno toma la flor. Si alguna vez tuvieron una de éstas, sabrán de lo que estoy hablando.
Digo hace un tiempo, porque me encontraba muy emocionado y con ganas de escribir más allá de la computadora. Media hora luego de comprada escribí cosas, para luego olvidarla en un cajón. Hace menos tiempo, recuperé a la misma de su olvido material, y la incorporé junto a mis pertenencias personalísimas (dícese de las mismas a todas esas porquerías que suelo llevar conmigo). Cada tanto, una idea me invade. Y trato de desviarla de mi aparato psíquico, dirigiéndola a estas hojas.
Por ahora, la libreta está casi vacía. Hablo si tenemos en cuenta las hojas escritas, ya que mi modo particular de escribir es críptico y seleccionando cuidadosamente las palabras, de modo tal que cada una de ellas se vuelve irremplazable, so pena de cambiar considerablemente el sentido de la frase.

Otro objeto, que últimamente incluyo entre mis personalísimos objetos, es un par de guantes mágicos. Ojo, lo de mágicos es sólo un decir. Muchas veces, mientras camino, pienso por qué llevo esos guantes, si nunca los uso. Me acuerdo del gato con guantes, y me acuerdo también de no poder tomar una lapicera del frío que tenía en mis manos. Qué paradoja!

Ahora pasemos a las sensaciones. Tenemos, por un lado, estar "domingueado" que podría definirse como "El estado en el cual el individuo se siente rodeado por un halo de luz, su mente se vacía, y cree que está camino al satori. También le parece que su vida no tiene sentido, y que no quiere hacer nada de nada. Quizás, tiene resaca, aunque no es indispensable". Es parecida a la apatía, pero a su vez presenta sus diferencias.
Después tenemos otra, estar "autorizado". Tiene ya varias acepciones esta palabra, entre ellas "tener derecho a hacer algo" "cuando el pelo se enrrula solo". Pero hay otra más, que tiene que ver con que un autor invade nuestro yo, y entonces uno se siente fascinado, oprimido y despersonalizado. Por ejemplo, "Cortázar me está autorizando."

No hay comentarios.: