Supongamos que está interesada.
Supongamos, también, que ya tiene aquello que quiere ofrecerle.
Y supongamos, que más allá de lo que se ve, de su figura, las sombras no pertenecen a ella, sino a otros significantes.
La pregunta sería... ¿Y ahora qué hacemos?
(¿Pero cómo llegamos a esto? Rebobinemos. [insertar sonido de rebobineo] )
En el principio creó Dios los cielos y la tierra... (che, me parece que te pasaste, adelantalo un poco)
...Y los ojos de ella se posaron en él. (Sí, por ahí va...) Tardó sólo un instante, en saber que algo iba a pasar. Él, por muy confundido que resultara ante todo evento social, siempre distinguió, con cierta dosis de efectividad, entre aquellos que están para que el mundo sea más grande, de aquellos que van a ser alguien relevante en su vida. Pensaba muchas veces que esa habilidad se la había designado el escritor que lo tomaba de personaje, y también, le recordaba a aquellas películas donde muestran detalles que parecen insignificantes, pero resultan fundamentales en el hilo argumental, como cuando enfocan un broche que cae, una tarjeta con lápiz labial, o un cerillo que se parte.
Pero lo que en tiempos mentales duraba eternidades, en la práctica fue fugaz, una mirada esquiva. Tampoco necesitó demasiado para descubrir que el baile había comenzado: No era físico, ni siquiera era un baile, sino un juego sin reglas pero con caminos y atajos. Un juego viejo, un clásico. Tiene muchos nombres: Los expertos dicen que es separar temporalmente entre la formulación del deseo y su concreción, los que no lo saben jugar lo llaman histeriqueo, y los amateurs no lo llaman, lo sienten.
30.11.07
Momentos oportunos Vol.37
Said By:
Y.
| At:
1:05 p.m.
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