5.4.08

Historia de lo irresoluto

Entaponado, bloquado, antifluyente. Incrédulo, crítico, analítico. Contradictorio irresoluto.

Desde pequeño me sentí moderno y racionalista. Elecciones como informática, electrónica, y una escuela técnica lo atestiguan. La alegría por el conocimiento, y el deseo de saber sin importar la utilidad del mismo complementaban perfectamente. Este punto de mi vida, a uno de los que le doy mucho peso, podemos llamarlo la "Razón". La Razón nunca me dijo exactamente qué es lo que estaba bien, pero me dijo qué era lo que fallaba, me mostró las grietas de las cosas, me mostró la falta. Y entonces las cosas fueron sencillas: si algo estaba mal, se cambiaba y punto. Si esto o aquello está equivocado o roto, se busca otra solución, se modifica, se arregla y listo. Eficiencia pura. Aunque también pesimismo y criticismo(sólo se puede fijar en el error) , pero era un precio barato que pagar. Otra cosa, que tampoco me importó demasiado, fue la inhumanidad de toda la cuestión.

Poco a poco aprendí que la razón podía trabajar sólo allí donde hubiera luz. La luz no garantizaba el trabajo bien hecho, pero se hacía imposible el hacerlo sin ella. Es más, nada garantizaba el trabajo bien hecho: detectaba problemas y a lo mejor los solucionaba, o los postergaba en el tiempo, o rompía otra cosa. Pero a falta de pan buenas son las tortas, una solución provisoria es mejor que ninguna solución, o eso creí.

Todo fue feliz por un tiempo, hasta que apareció la "Pasión". Ella nunca entendió de razones, ni de condiciones. Se regocijaba en el error, y si llegaba antes que la Razón a descubrirlo, se sentaba en él y entonces había que desalojarla. Negociaba rehenes conmigo, "si dejas todo como está te voy a hacer feliz, sino llamo a la angustia", me chantajeaba con hacerme acordar en esas soluciones que alguna vez me propuso la razón a los errores, soluciones que no fueron de las más acertadas, soluciones iatrogénicas.

Se había formado un conflicto, el deseo (y la Pasión) ya no respondía(n) siempre a la Razón. La Razón podía trabajar en contradicciones libres de Pasión, así que su aparición fue más un estorbo que una ayuda. Pero por un tiempo se siguió bien: la "solución" consistía en no hacer nada. Problema detectado, problema archivado, si se lo evitaba no pasaba nada.

Pero resultó que la Pasión no es tal: sino son las Pasiones. La razón aprendió, un poco a la fuerza, que si no era absolutamente necesario trabajar en las contradicciones donde la lógica pelea de un lado y la Pasión del otro, entonces era mejor no hacer absolutamente nada. Y la Pasión se aprovechó y dividió: ahora peleaba en varios frentes. Y muchas veces entre sí, a distintos valores, contradictorios y desencauzados.

La Razón, que tanto me había ayudado para llegar hasta acá, dió la vuelta y huyó. Ahí me volví loco. Y en tanto loco, humano.

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