13.1.10

Trece de Enero

Sólo el insomnio me ayuda a esta escritura. Todo sale de la noche, y a ella termina volviendo. Durante el día, soy sólo una pieza de maquinaria. Mi ser nocturno es siempre el verdadero, el original, y el que me dice lo que debería hacer.

Hoy anduve muy preocupado por los automatismos de las personas; el hasta qué punto un cliente es igual a otro, y todos reaccionan igual y los que no podrían agruparse en distintos tipos de reacciones y así llegar a algunas cajas ordenadas que junten todo lo que pasa en la cabeza de la gente. Pero después me acomodo el sombrero, y pienso que así no puede ser, que no tiene sentido porque entonces yo seré nada más que otro número en la caja de alguien y esa idea no me gusta ni un poco.

Sólo unos rasguños de mis sueños sobreviven al sol, y son ellos los que me acompañan todo el día, a pesar de que jamás pueda precisarlos tal cual son. Resulta increíble lo poco que sobrevive a pesar de que creo anticipar toda la secuencia de aquellas pseudo vivencias. Esperen un momento, siento algo que me vuelve:

Un viaje lejos, unas vacaciones. Organizadores que suponemos hacen el mal. Vos, que estás conmigo y juntos nos percatamos de la situación. Nos alejamos, la pasamos muy bien, pero hay que volver a avisarles a nuestros compañeros: el colectivo no llega.

Ya comprendo por qué no puedo precisar mi sueño: porque no es preciso. Torpe aquel que plantee hacer una escultura de lo informe; las palabras del sueño concentran (junto con aquellas sensaciones intraducibles al lenguaje) todo mi ser. Son, no significados, sino vértices de accionar de la conciencia; personas y lugares y situaciones amalgamadas, teñidas por esa cálida forma que a veces siento.

Calderón de la Barca ya lo dijo, no hace falta que repita. No hay momento más glorioso que el descubrir que el velo no cubre nada; la forma se autosostiene y la falsa profundidad es un invento de la pieza de maquinaria diurna. En definitiva, ¿para qué queremos una verdad? No sabríamos qué hacer con ella.

No hay comentarios.: