9.7.08

I Surrender [2]

Tienen razón, pero ahí no terminan las cosas. Después de todo, las personas no somos nunca sólo nosotros. Es decir, estamos todo el tiempo mezclados, contaminados. Nuestro yo es sólo lo que tienen en común nuestras interacciones con los demás. En ese caso, que a algunos le provoquemos ciertas reacciones, no depende sólo de nosotros.

Sí, somos así. También así nos ocultamos, afirmamos que el otro tiene tanta (o más) culpa que nosotros. Seguro que el otro está resentido, se siente mal, débil. Seguro que somos sólo una excusa para descargar su dolor. Porque entonces, si no fuera así, me ignoraría, o me evitaría. Si me descarga su odio, no es porque me odia. Es porque está mal.

Y así emergemos, libres de culpa y purificados. Una obra de arte de la hipocresía y la defensa de nuestro yo. Claro, si fue el otro el que se enojó, y descargó su odio en mí, mero receptáculo porque por mi comportamiento resoné con hechos de su pasado. Y así nos liberamos de toda culpa; nuestro yo desaparece de toda relación. Nos volvemos leves, nos volvemos una cámara que filma objetivamente como la gente se expresa.

Momento, ahora estamos en el otro polo. Sí, pasamos de que somos una mierda, somos una bola de odio, de que así hacemos que la gente nos odie, porque estamos resentidos con el mundo y nos creemos distintos; a que es todo culpa del otro, que su odio está justificado por su pasado, porque resonamos con hechos anteriores de su vida, hechos con los que no tenemos nada que ver. Pasamos de ser un perro asesino a un pobre perro golpeado por una mujer a la cual de joven la mordió un perro.

Pero no demos vuelta la torta, así porque sí. Todo esto tiene que tener una salida, sólo estamos invirtiendo la posición.
Total, las pistas estaban ahí, sólo había que buscarlas. Si hablás el suficiente tiempo con alguien, tarde o temprano va a decir "algo" que podés utilizar para defender casi cualquier hipótesis. Imaginate cuando se ponen en tu posición de sufrimiento, y te aclaran que te imagines eso durando años. Imaginate cuando te dicen "yo a tu edad". Imaginate que quieren decir "vos, que te crees mejor al resto, no te diste cuenta que yo soy superior". Parte 1: "yo viví tu sufrimiento actual por años, pero ya la pasé, y ahora estoy mejor". Si realmente la hubieras superado, entonces no estarías haciéndome lo mismo que te hicieron, no?. Solamente estás jugando el otro papel de tu diádica enferma. Parte 2: "a tu edad". Frase por completo rebajadora del otro. Como si las posiciones de la vida fueran secuenciales e irreversibles. La vida nos enseña lo contrario, pero allá ella (la vida).
En definitiva, es un ciclo eterno, nunca un proceso. Aparte uno ve la felicidad del otro, la alegría con la que cuenta cómo destruyó las ilusiones de otro. La felicidad de cómo un docente con carrera sobrepasó los pobres argumentos de un estudiante. También la felicidad de poder tirarle en cara, en cuanto aprendiz, su avance y su superación del docente. En este momento está, claramente, en una posición opuesta a su primera. Su alegría depende de aplastar a sus enemigos, su partido está tomado. La felicidad de decir lo que querés decir y aplastar al otro.
En este caso, ninguno de los dos es mejor, estamos en el loop de la cultura de la sátira. Alguien dijo algo, otro se ríe de ese algo, un tercero desprecia al que se ríe, un cuarto se ríe del que desprecia del que se ríe, y así.

Me rindo, no en el sentido de aceptar que tenés razón. Me rindo en el sentido de no querer jugar más el jueguito enfermo que compartíamos. Después de todo, ¿qué pasó con todo ese apoyo que me dabas? ¿qué pasó con todas esas horas que me escuchaste hablar de la frivolidad, de la vacuidad, de la nada? No sé qué pasó. Me volví de cómplice, enemigo. Vos pasaste de víctima, a victimaria, a vengadora. Pero ya está, si querés, afirmá mi derrota.

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